El año 2020 pasará a la historia como el año de la pandemia del coronavirus, una auténtica conmoción que ha sacudido los cimientos del mundo desde un punto de vista sanitario, económico y social. Y las vidas de muchos de nosotros se vieron afectadas prácticamente desde el inicio de la pandemia con medidas y hábitos nunca vividos con anterioridad y que nos hubieran sonado a película de ciencia ficción hace apenas unos meses.

Desde el uso obligatorio de la mascarilla al distanciamiento social, pasando por el trabajo desde casa para millones de personas, por no mencionar el confinamiento forzoso durante algunos meses. Pero la crisis provocada por la pandemia ha ensalzado el valor de ciertas tecnologías que quizá habían pasado anteriormente desapercibidas para el común de nosotros. Y en dicho sentido, una de esas tecnologías que se han destapado como de particular utilidad ha sido la de la impresión tridimensional.

Las impresoras 3D han contribuido en momentos críticos de la crisis sanitaria imprimiendo multitud de artículos de absoluta necesidad con rapidez y una excelente relación entre la calidad del producto final y su precio de elaboración. Estamos hablando de protectores para el personal sanitario, guantes, visores o incluso respiradores para los hospitales.

En un momento en el que los sistemas públicos de salud no supieron o pudieron prever la magnitud de la expansión de la pandemia, con hospitales a punto de colapsar y con escasez de elementos básicos para el personal sanitario, la impresión en 3D aportó su grano de arena lanzando un capote de auxilio en tiempo récord, con productos homologados y que pasaban los correspondientes tests de calidad, a precios muy razonables y tardando poco tiempo en su producción, aspecto este último de particular importancia dada la urgencia de la demanda de estos productos.

La evolución de la impresión en 3 dimensiones

Aunque pudiera sorprendernos, la tecnología de impresión en 3D nació y dio sus primeros pasos a comienzos de la década de los 80 del siglo pasado. Fue entonces cuando distintas compañías a nivel internacional – particularmente en EE. UU. – empezaban a hacer sus pinitos en el desarrollo de impresoras en 3D, además de ir patentando los modelos resultantes del constante avance en sus investigaciones.

Sin embargo, podemos afirmar que el verdadero desarrollo y puesta en el mercado de esta tecnología se ha producido en esta última década, habiéndose consolidado solo en estos últimos años como alternativa verdaderamente viable al uso de otras tecnologías de las denominadas convencionales. Tanto es así, que es de recibo afirmar que la impresión en 3D es ya el futuro convertido en acuciante presente. Y, aunque esté aún casi en su infancia, su implantación no ha hecho sino comenzar de forma apabullante. La impresión en 3D va a cambiar en las próximas décadas muchos de los conceptos asociados a la producción en serie, a cualquier industria y, por ende, a nuestras vidas.

Las impresoras en 3D están ya preparadas para un auténtico desafío tecnológico que hará replantearnos nuestro actual modelo de producción en un futuro que ya está entre nosotros y que ha llegado para quedarse. Su potencial de impacto en nuestra industria, en nuestra sociedad o en nuestra huella sobre el medioambiente es seguramente de una proporción solo comparable a lo que en el siglo XIX trajo consigo la invención de la máquina de vapor que, a la postre, acabó implantando la llamada Revolución Industrial.

Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva era en la que esta tecnología nos va a permitir la impresión tridimensional de prácticamente cualquier objeto que cubra nuestras necesidades. Y no serán solo las empresas las que dispongan y hagan uso de la tecnología, sino que cualquiera de nosotros tendrá a su alcance de forma relativamente fácil y económica imprimir desde casa cualquier objeto. No hablamos solo de objetos básicos y sencillos, sino también de mucha mayor complejidad como un automóvil o incluso una vivienda. Podemos decir que la impresora 3D acabará convirtiéndose en otro electrodoméstico más en nuestros hogares, como si se tratase de un frigorífico o de un microondas.

Cómo funciona la impresión en 3D y cuáles son sus ventajas

Resumiendo el concepto de manera básica y entendible para la mayoría de nosotros, el producto final resultado de su fabricación mediante impresión en 3D será la consecuencia de haber trasplantado dicho producto u objeto a unos planos virtuales de diseño por ordenador (CAD) que la impresora tridimensional usará como guía o patrón durante todo el proceso de impresión.

Deberá utilizarse un formato de archivo informático de diseño CAD que definirá la geometría de dicho objeto. A continuación, se deben añadir a un molde de construcción en la impresora materiales que sean capaces de aglutinar y dividir por estratos el producto. El resultado final en este proceso nos dará un objeto impreso en tres dimensiones.

Aunque – como decíamos – todavía llevará cierto tiempo el que la impresión en 3D se incorpore de lleno a nuestras vidas, la carrera está ya en marcha con resultados más que prometedores. Antes, sin embargo, este proceso deberá aún superar las barreras y corsés que marcan nuestro actual modelo de economía. Pero lo que ningún experto pone ya en duda es el que la implantación de las impresoras 3D juega ya y, sobre todo, jugará un rol fundamental en el nacimiento de una nueva era tecnológica cuyos límites todavía no están del todo definidos. Una implantación que va a llevar implícita una importante mutación y cambio de los actuales modelos productivos en aspectos tan significativos como el abaratamiento de los costes de producción.
Ello se traducirá en la gradual transición de lo que se conoce como una economía escalada a una economía descentralizada.

Dicha descentralización de la economía supondrá, entre otras consecuencias de calado, una vuelta a un modelo local en la producción. Entre otras consecuencias, la impresión en 3D acarreará asimismo una drástica bajada de las cantidades de desechos industriales y basuras en nuestros centros productivos, nuestros pueblos y nuestras ciudades. Otra posible ventaja sería la no dependencia del transporte de una mercancía desde un punto lejano geográficamente, algo que ayudaría de forma significativa a reducir la polución atmosférica del planeta.

También la cultura del reciclaje y volver a utilizar productos de uso cotidiano se vería largamente beneficiada con la extensión de la impresión tridimensional. Y una de las posibles ventajas más palpables será el hecho diferenciador de que nuestros bolsillos también se beneficiarían con esta tecnología debido al importante descenso en los gastos y costes de producción de muchísimos objetos de primera necesidad, incluyendo el acceso a una vivienda de calidad y digna de manera generalizada.

Una nueva revolución industrial que traería de la mano un proceso de redistribución de la riqueza a nivel global sin parangón en nuestra historia.